Algunos expertos mencionan que impartir un curso es en gran parte un arte, ¿qué pasa con la evaluación de competencias: es un arte o una ciencia?
A mi muy personal punto de vista la evaluación de competencias, al igual que la impartición de cursos tiene un toque de ambas: arte y ciencia.
Por el lado de la ciencia, tenemos lineamientos, manuales, protocolos, pasos a seguir bien definidos. Un método estructurado que inicia con la aplicación de un diagnóstico y nos lleva paso a paso hasta la emisión de juicio “competente” o “todavía no competente”.
Por el otro lado, permite imprimir en partes del proceso la marca personal del evaluador, su experiencia, su cultura, sus historias, su personalidad para guiar al candidato en su proceso de aprendizaje/crecimiento/evaluación/certificación. Es aquí donde entra la parte artística.
Dos evaluadores pueden evaluar el mismo estándar de competencia y seguir el protocolo al pie de la letra, sin embargo, el proceso nunca será igual. No estamos hablando de robots ni de personas entrenadas para llenar formatos, cada uno utilizará estrategias distintas para lograr impactar al candidato positivamente en un proceso útil, fluido, dinámico, transparente y confiable.
En un contexto en el que el evaluador es experto en la función y el candidato busca el grado de competencia, el evaluador se convierte, por momentos, en facilitador. Su tarea es “hacer fácil” el trabajo del candidato en su proceso de evaluación. Su enfoque está en brindar, de acuerdo a la situación particular y la personalidad del candidato, herramientas, recursos, consejos y mejores prácticas que aporten a su mejor desempeño y a su desarrollo profesional y personal.
Un evaluador comprometido y experto en su tema siempre tendrá algo nuevo que aportar a cada proceso, haciéndolo único y empoderando al candidato para la mejora continua.
Ana Kelley